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¿De verdad un banner de cookies va a salvar tu tasa de conversión?

  • Josep 

El otro día… puff. Otra vez me salta el anuncio ese en YouTube. Usercentrics. Qué sorpresa.

Y el mensajito de siempre, rollo iluminado: “Tu marketing depende del consentimiento del usuario.”

¿Perdona?

Yo pensaba que dependía de tener algo decente que vender. Una web que no te dé ganas de cerrarla al segundo. Un funnel que no parezca una plantilla random de Canva con tres stickers.

A ver, no me malinterpretes. Lo del consentimiento es importante. Muy. El RGPD no es una sugerencia. Te lo saltas y te comes un puro que te deja temblando.

Pero de ahí a que un banner de cookies sea la varita mágica que convierte visitas en ventas…

Anda ya.

¿Puede ayudar? Bueno. A veces. Pero no por lo que te dicen esos vendedores de SaaS con sus gráficos felices y frases tipo “maximize your compliance ROI”.

Nah.

Un banner claro puede transmitir confianza. Si no parece una trampa. Si no tiene ese botón gigante de “aceptar todo” como si fuera el único camino. El usuario, a veces, lo ve y piensa: vale, estos no me quieren robar el alma. Pero eso no convierte. No hoy.

Es un gesto. Pequeño. Semilla plantada.

Otra cosa: el marrón legal.

Si vendes a empresas grandes, o estás en un sector donde hasta los PDFs llevan disclaimers, más te vale que tu banner esté limpio. Bien hecho. Porque si no, te bloquean. No es marketing, es autoprotección.

Y si usas un CMP decente —uno que no te dé datos fantasmas— y ves que solo el 40% consiente… pues joder, trabaja con ese 40%.

No te rayes con el resto.

No vas a gustarle a todo el mundo. Esto no es una primera cita. Es internet.

Ahora bien…

Si tu tasa es un 12%, igual el problema no es el banner. Igual es tu copy. Tus colores. Que tienes cuatro pop-ups luchando entre sí como gladiadores romanos. Igual entras a tu web y da ganas de salir corriendo.

No confundamos cumplir con espantar.

¿Y sabes qué piensa la gente de estos banners?

Nada. Literalmente nada. Los ven, los esquivan, hacen clic donde sea para quitárselos de encima. Como cuando vas al súper y esquivas a los que quieren que pruebes queso.

Y algunos ya vienen quemados. Porque llevan viendo el mismo banner, con el mismo texto genérico, en todas partes.

¿Eso los pone de humor para comprarte algo?

Spoiler: no.

Entonces… ¿qué haces?

No lo uses como gancho de conversión. No lo es. Es un requisito legal. Una obligación.

Como pagar autónomos. Como sacar la basura.

Si quieres conversiones, currátelo. Mejora la experiencia. Di cosas que importen. Ofrece algo que no huela a plantilla.

Y si te quieres salir del rebaño —de verdad— haz el banner memorable.

Nada de “usamos cookies para mejorar tu experiencia”. Eso ya no cuela. Es ruido blanco. Palabrería muerta.

Pon algo tipo:

“Sí, otro puñetero banner. No es culpa nuestra, es el RGPD. ¿Quieres saber qué datos tocamos y por qué? Te lo contamos sin paja.”

Eso conecta.

Eso hace que el que está al otro lado piense: ah, vale, estos no son robots.

Y quizá, si todo lo demás lo haces bien, eso te da algo. Un lead. Una visita que no rebota. O una risita, que no está mal.

Pero que un banner convierta por sí solo…

Ni en tus mejores sueños, colega.

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