Bienvenido a PrivacyOS. Aquí suelto lo que pienso sobre marketing y privacidad.
¿Por qué?
Porque, sinceramente, si no lo hago aquí, mi novia me deja.
No es broma. Una noche, en plena cena, después de veinte minutos de monólogo sobre cookies, saltó:
“Coño, Josep [no es mi nombre real, es un alias], ¡ya está bien con la RGPD de los cojones!”
Y ahí lo tuve claro: o encontraba un sitio donde desahogarme o me quedaba sin pareja. Así nació PrivacyOS.
La gota que colmó el vaso
Semana pasada. Un diseñador web de un cliente me dice que necesitamos un banner de cookies. No uno cualquiera. No. Uno de esos que bloquea Google Analytics por defecto y destruye los datos.
Me cabreé.
No con la privacidad en sí. Con los diseñadores que usan la privacidad como excusa para vender servicios extra. Y caros.
Total, que me puse a pensar: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Un poco de historia.
Los 80 – Cuando tu buzón era un contenedor azul
Antes de que Google supiera más de ti que tu madre, la publicidad directa dominaba. Catálogos, cartas, postales con descuentos… tu buzón era una papelera con dirección.
Las empresas recopilaban direcciones, las vendían, y listo. Sin consentimiento ni historias.
El telemarketing (el abuelo del spam)
Si tu buzón era una papelera, el telemarketing era el infierno. Veinte llamadas diarias. Era normal.
La gente se hartó. En EE.UU., la TCPA de 1991 permitió inscribirse en una lista de «No Llamar». Pero las empresas siguieron llamando.
La llegada de internet lo cambió todo.
1994-1995: Nace la publicidad en línea (y las cookies)
1994: Primer banner publicitario. AT&T en HotWired. «¿Alguna vez has hecho clic aquí? ¡Lo harás!». Lo hizo el 44% de la gente. Hoy, un buen CTR en display es del 0,5%.
1995: Netscape introduce las cookies. No para publicidad, sino para recordar sesiones y carritos de compra. Pero pronto, alguien descubrió que se podían usar para rastrear usuarios por toda la web.
Y ahí empezó todo.
RGPD: El oscuro legado de la Stasi
¿Por qué Europa está obsesionada con la privacidad?
Alemania Oriental. Stasi. Vigilancia extrema. Teléfonos pinchados. Cartas abiertas. Micrófonos en casa. Datos personales de millones de personas en archivos secretos.
En 1990, con la reunificación: ¿qué hacer con esos datos? ¿Borrarlos? ¿Publicarlos? El debate sobre privacidad empezó ahí.
Avance rápido a 2016: la UE aprueba el RGPD. Se aplica en 2018. Y todo cambia.
Restricciones para recopilar, almacenar y usar datos. Consentimiento explícito. Derecho al olvido. Multas millonarias.
Escándalos de privacidad que empujaron estas normas:
- Cambridge Analytica: Facebook y elecciones manipuladas.
- Hackeo de Yahoo: 3.000 millones de cuentas expuestas.
- Brecha de Equifax: datos de 147 millones de personas filtrados.
- Google y su consolidación de datos sin opción a negarse.
2024: Google Analytics y el adiós a las cookies
Desde 2018, las webs en Europa deben pedir consentimiento para recopilar datos. En 2020, las normas se endurecen:
No vale preseleccionar «Aceptar cookies». Nada de “Si sigues navegando, aceptas nuestras cookies”. Consentimiento explícito y revocable.
Y en 2024, Google da el golpe final: adiós a las cookies de terceros en Chrome. Lanzan su sistema de rastreo sin cookies basado en modelos predictivos.
Para algunos, un paso hacia un internet más privado. Para otros, un golpe mortal.
Cómo la privacidad está matando la analítica
Aquí es donde me desespero.
Escuela de idiomas. Cliente mío. Campañas de pago funcionando de lujo. CRO optimizado. Todo bajo control… hasta que el desarrollador web implementa un banner de cookies con bloqueo total.
Resultado: Adiós, datos de conversión.
Cuatro semanas sin saber de dónde venían los leads.
Google Tag Manager deja de funcionar bien. Google Analytics en coma.
No porque la web dejara de convertir. Sino porque ya no teníamos datos para demostrarlo.
¿Realmente estamos protegiendo la privacidad?
No tengo la respuesta.
Pero es una pregunta que seguiré explorando en este blog.